A veces, siento al tiempo detenerse por un instante para tomar un respiro, y me hallo sentado a un costado de él; me pregunta si quiero besar a mi futuro, intenta convencerme a tocarlo, a sentirlo, a tener oportunidad de cambiar todo y tomar ventaja; promete será una experiencia inocua, no le creo y río “jah!” le digo que no me interesa un carajo y me alejo sin voltear atrás.
Más tarde me alcanza e insiste en acompañarme, expreso mi indiferencia hacia su presencia, avanzamos a paso lento, viendo el cambio inminente en la vida y en el mundo, en las plantas y en la gente, en los montes y en las bestias.
Poco a poco la vida se desprende de mis manos, muere una parte de mi, quedo inmóvil ante aquel manifiesto de rabia del tiempo, torturándome hasta llevarme al desconcierto, hasta no saber con certeza si es que sigo estando en el mismo día, o si no fue un sueño lo vivido ‘ayer’, o si ‘mañana’ no será otra vez ‘hoy’...
Otros días, dudo sobre mi propia ‘existencia’, sobre nuestra ‘existencia’ diré. Siento que sólo somos pensamientos de una imaginación omnipresente y omnipotente de un ser desconocido, ajeno a toda condición humana. Siento que somos parte de un sueño, en un mundo efímero y desmaterializado. Decimos tener control de nuestra vida sí, pero no lo creo, pues pienso nuestra “voluntad” es otro invento creado por aquel ser para hacernos sentir ‘libres’ aunque talvez tengamos un futuro ‘predestinado’; talvez nunca lo sabremos...
Los largos meses se vuelven en breves minutos, las horas fugaces se vuelven en eternos siglos, todo siguiendo su curso, pero sin cambios trascendentes para mi. Veo como pasan los individuos, observo sus rostros y siento su dolor y frustro por causa de la enajenación de la ‘sociedad’.
Salgo de aquella prisión, me siento a la orilla del río y escucho el canto de las aves, me vuelvo pluma, inmortalizado por “el viento” que baja de las nubes más espesas sobre la montaña, éste singular compañero me susurra al oído, me invita a vagar por el mundo. Avanzo rápidamente con ayuda de su fuerte soplo, inspirándome ánimos para seguir y refrescando mi espíritu; continúo mi camino sin reclamo alguno, sin llegar aún a mi destino pero ansioso de ver lo que me espera, disfrutando cada instante como si fuera el último. El trayecto es largo, nadie dijo que era fácil, pero no deserto a mi ilusión, mi fe no me abandona, entonces... ¡vuelo!
ƒînwë