sábado, junio 24, 2006

Gotas de angustia y placer...

-¿Habías notado alguna vez lo apacibles e intensos que son los días de lluvia?- Pues yo sí. Aquellas tardes nubladas que reposan, acompañadas de un viento implacable que anuncia una áspera pero agradable sensación...
Creo que los días lluviosos son los que más disfruto, y no me lo explico, pero éstos me traen bastante gozo, bien estar, buen humor, memorias distantes y exclusivas, y además un sentimiento de plenitud insólito.
Cada elemento que brota un día así, desde las nubes más grandes e intimidantes, hasta el simple olor a tierra mojada, hacen que lleguen recuerdos a mi mente. Y aunque algunos se muestran poco claros, otros se muestran bastante completos y llenos de vida; recuerdos de aquel día de una fiesta interminable, de alegrías, de tristeza, de esos amores que no se olvidan, de aquellos que no quieres recordar, de desilusiones, de rencores, de culpa, de angustia, de odio, de poder, de dolor, de muerte, de frágil sopor, de tranquilidad, de eterna armonía, de plenitud total, de pensamientos que parecen alcanzar el cielo y la luna, de ideas que vuelan, de una imaginación sin límite, de viajes únicos, de vivencias que vienen y van, o simplemente hasta de la más común conversación en el parque con tu vecina.
Todo aquello hace de éstos días, que mi cuerpo y mi esencia obtengan sensaciones inexplicables que me deslumbran y me llenan de paz, pero me intranquilizan a la vez.
Todo esto es... las lágrimas que los dioses dejan caer hacia nosotros, que nos nutren de vida o nos echan sus penas encima para ya no cargarlas ellos mismos. Todo esto es... un baño eterno de esencias, del sentir, de placer o ingratitud, todo dependiendo, con qué ojos se miren las gotas...
ƒînwë