lunes, diciembre 17, 2007

Memorias de medianoche

Escuché el viento romper suavemente en mi ventana, cuando el atardecer sugería la llegada de una noche abrupta y vacía, occisa, triste. El resplandor de los últimos rayos de luz brindaba un curioso matiz dorado a los árboles, que intimaban con las rocas pintadas color oro por el sol.
Comenzaba a hacer un poco de frío cuando una buena canción regresó a mi mente, hablaba de aquellas tardes tristes en que ese bello amor se fue, hablaba de la sombra pálida de su rostro anestesiado por la incauta tristeza, de esos besos derrochados que aparecen lejanos a mi tacto.
Y así pasaban los días, yo sentado junto a mi ventana esperando todas aquellas cosas que nunca volverán, y aún así observaba a la luna en su frágil reposo, buscando algún efímero consuelo. Y así murieron los días en que yo te veía, tú sonreías y nada más importaba, que aquel plácido momento…
fînwë

lunes, octubre 29, 2007

Dichosa mi dulce agonía y mi triste querer.

Dichosa es la luna, eterna y madura que siembra el suspiro
de cada despido que viene y que va
Dichosos tus labios, que calman y encienden
con cada romper el oleaje en aquel turbio agosto
Dichoso es el viento que sopla a lo lejos
llevando mi aliento a tu lecho
Dichosa tu piel cuando roza el zacate
en los bosques de aquel monte oculto
Dichosa es la vida pues me ha permitido
encontrarte y quererte y amarte una vez
Dichosos tus ojos leyendo estos versos
nacidos en sueños de noches sin fin
Dichosas las horas que albergan la duda
entre adversa agonía o poder olvidar
Dichoso es tu rostro que emana sonrisas
tan tiernas y dulces que me hacen vibrar
Dichosas las luces que alumbran recuerdos
en calles oscuras plagadas de ayer
Dichosos los días que encuentro tu nombre
grabado en las nubes al atardecer
Dichosos los cambios que alteran mi ritmo
después de pensar en tenerte otra vez

Aún más dichoso el día en que encontrara
el reposo a mi triste nostalgia que aferra mi ser
La Dicha sería que toda alegría que sentía junto a ti,
regresara otra vez…

Fînwë

jueves, mayo 03, 2007

Un Hada se tambaleaba...


Anoche tuve tremenda aventura, mi mente volaba palpitante sobre un cielo de estrellas relucientes y bella luna llena. Mi cuerpo y la brisa del oleaje acompañaban al de ella, tumbado sobre un manto de arena ligero. Ella me miró y yo posé mi palma sobre su piel tersa, lejana aún; mi alma empezó a encontrar un camino maravilloso en un infinito vórtice de sensaciones del cual no quería salir. Todo pasaba rápido pero a la vez de un modo apacible, profundo, suave e insólito. Nuestros labios se rozaron poco a poco mientras ella encontraba mis brazos y yo acariciaba delicadamente su piel grabada con tinta, entretanto un hada se tambaleaba, anhelando una noche serena.

Entonces hubo una explosión de emociones en mí, de eterna paz, aunque al mismo tiempo efímera, mi cuerpo discernía inusitadamente la brisa del mar con cada poro de mi piel, cada vello se me erizó y el susurro energizante de su boca me llevó al punto de olvidar todo lo que ocurría en aquel momento a mi alrededor, nada importaba ya! Mi espíritu, y mi cuerpo eran uno solo...

Sensaciones de intriga y extrañeza llegaban a mi mente algún tiempo después, todo volvía a la normalidad ahora, hoy despierto y regreso a la incertidumbre de un futuro claro, todo surge otra vez como de costumbre, mas no descarto aún otro posible encuentro como aquella noche, ella y yo en un mar de sueños y caricias, debilidad y poder, pasión y razón, todo bajo una canción de las olas acompañando la luz de su rostro reflejado en la luna...
Fînwë

miércoles, enero 31, 2007

El conejo de la blanca madriguera

Me encuentro en un ambiente oscuro, un conejo me observa dejando caer su gran resplandor blanco e insólito, lo rodean a su vez miles de hormiguitas igualmente blancas pero no más bellas ni brillantes que su gran madriguera plateada y redonda.
Acudo a él cada noche, lo veo pasar a través de ésta, siempre me acompaña; cuando miro arriba, ahí se encuentra él. Siempre está ahí para mi, aunque a veces yo no le haga caso o ni siquiera volteé a mirarlo. No importa si todo va mal o nada me sale bien, su constante presencia me acoge; salvo algunas veces que se va escondiendo poco a poco hasta perderse de vista, no sea para envolver a otros con su brillo y calmar sus penas, pero siempre vuelve a mí, dándome aliento para seguir y fascinándome con su increíble belleza.
De vez en vez, lo miro detenidamente hasta que tiene que marcharse al amanecer, otras veces me arropa con su luz hasta que logro conciliar el sueño. Siempre que quiero le cuento mis problemas, y él callado, simplemente me responde solamente brillando más fuerte, otras veces lo visito sólo para darle gracias por sus sabios consejos y pasamos un momento juntos. Así es, hablo de la luna, tierna y siempre fiel compañera, blanca y suave, sencilla y eterna. ¡Nunca me abandones mi dulce amiga!, pues yo siempre saldré para admirarte...
ƒînwë