miércoles, enero 31, 2007

El conejo de la blanca madriguera

Me encuentro en un ambiente oscuro, un conejo me observa dejando caer su gran resplandor blanco e insólito, lo rodean a su vez miles de hormiguitas igualmente blancas pero no más bellas ni brillantes que su gran madriguera plateada y redonda.
Acudo a él cada noche, lo veo pasar a través de ésta, siempre me acompaña; cuando miro arriba, ahí se encuentra él. Siempre está ahí para mi, aunque a veces yo no le haga caso o ni siquiera volteé a mirarlo. No importa si todo va mal o nada me sale bien, su constante presencia me acoge; salvo algunas veces que se va escondiendo poco a poco hasta perderse de vista, no sea para envolver a otros con su brillo y calmar sus penas, pero siempre vuelve a mí, dándome aliento para seguir y fascinándome con su increíble belleza.
De vez en vez, lo miro detenidamente hasta que tiene que marcharse al amanecer, otras veces me arropa con su luz hasta que logro conciliar el sueño. Siempre que quiero le cuento mis problemas, y él callado, simplemente me responde solamente brillando más fuerte, otras veces lo visito sólo para darle gracias por sus sabios consejos y pasamos un momento juntos. Así es, hablo de la luna, tierna y siempre fiel compañera, blanca y suave, sencilla y eterna. ¡Nunca me abandones mi dulce amiga!, pues yo siempre saldré para admirarte...
ƒînwë